lunes, 31 de marzo de 2014

Lo que Europa medieval hizo con sus adolescentes



Hoy en día existe la percepción de que los padres asiáticos tratan a sus niños con rudeza. Pero, hace cientos de años, en el norte de Europa regía una línea de disciplina particularmente dura con los menores, que eran enviados a vivir y trabajar en casas ajenas. Algo que, sin ninguna sorpresa, los jóvenes no siempre disfrutaban.

Foto: BBC Mundo
¿Cómo era la vida del adolescente europeo por entonces?

Alrededor del año 1500, un asistente del embajador de Venecia en Inglaterra se sorprendió ante los extraños estilos de paternidad que encontró durante sus viajes.

A sus amos en Venecia les escribió que los ingleses mantenían a sus hijos en casa "hasta la edad de 7 o 9 años a lo sumo", pero luego "los echaban, tanto a los hombres como a las mujeres, para que sirvieran en residencias de otras personas, obligándoles a permanecer allí generalmente por otros siete o nueve años".

Los desafortunados niños eran despachados de sus casas independientemente de su clase, "todo el mundo, por muy rico que sea, despide a sus hijos para recibir a otros extraños a cambio".

Aunque le dijeron que era por el bien de los pequeños, él sospechaba que los ingleses preferían tener a los hijos de otra gente en sus casas porque podían alimentarlos con menos comida y conseguir que trabajaran más duro.

Sus observaciones pusieron en evidencia un sistema que operaba en todo el norte de Europa en el período medieval y en los inicios de la edad moderna. Muchos padres de todas las clases sociales enviaron a sus hijos a trabajar como empleados o aprendices; sólo una pequeña minoría se dedicaba a la vida religiosa o iba a la universidad.

Eso sí: no eran tan jóvenes como el autor veneciano sugiere. Según Barbara Hanawalt, de la Universidad Estatal de Ohio, la aristocracia ocasionalmente despachaba a sus hijos a los 7 años, pero la mayoría de los padres los despedían más o menos a los 14.

Diarios y cartas encontradas en libros escolares medievales indican que dejar la casa era traumático. "Todo el placer que sentí siendo un niño desde los 3 hasta los 10 años, bajo el cuidado de mi padre y mi madre, ahora se ha transformado en tormentos y dolor", se queja un niño en una carta entregada a los alumnos para que la tradujeran al latín. Los siervos analfabetos no tenían manera de comunicarse con sus padres y las dificultades para el traslado eran tales que si los niños eran enviados a un lugar a sólo 30 kilómetros de distancia de casa igualmente podían sentirse aislados por completo.

¿De buena fe?

Entonces, ¿por qué evolucionó este sistema aparentemente cruel? Para los pobres, había un incentivo económico evidente: liberar el hogar de una boca que alimentar. Pero los padres realmente creían que estaban ayudando sus hijos al enviarlos lejos y, a la vez, así podían ahorrar un poco para costear un aprendiz.

Esos puestos de aprendiz solían durar siete años, pero podían extenderse por una década. Cuanto más largo fuera el plazo, más barato era: y esa es una señal de que el visitante veneciano no se equivocó al concluir que los adolescentes representaban una fuente de mano de obra barata para sus amos.

En 1350, la peste negra redujo la población de Europa a casi a la mitad, de modo que el trabajo asalariado se volvió costoso. La disminución de la población, por otro lado, significó que la comida se abarató, por lo que tener empleados residiendo en la casa tenía sentido para el amo.

"Había una sensación de que tus padres te podían enseñar ciertas cosas, pero se podían aprender otras si se vivía la experiencia de ser entrenado por alguien más", dice el académico Jeremy Goldberg, de la Universidad de York.

Es posible que también los padres lo vieran como una opción para deshacerse de sus adolescentes rebeldes. El historiador social Shulamit Shahar asegura que en ese momento se pensaba que para los extraños era más sencillo criar a un niño y que esa creencia generalizada en el norte de Europa llegó incluso a lugares de Italia.

Buena conducta por contrato

En el siglo XIV, el comerciante florentino Paolo de Certaldo aconsejó: "Si usted tiene un hijo que no hace nada bueno, entrégueselo a un comerciante para que lo envíe a otro país. O envíelo usted mismo a uno de sus amigos cercanos. Nada más puede hacerse. Mientras permanezca con ustedes, no corregirá su conducta".

Muchos adolescentes estaban contractualmente obligados a comportarse. En 1396, un contrato entre un joven aprendiz llamado Thomas y un brasero de Northampton (Inglaterra) llamado John Hyndlee fue avalado por el alcalde de la ciudad. Hyndlee asumió el papel formal de tutor y se comprometió a alimentar a Thomas y también a enseñarle su oficio y a no castigarlo muy severamente por sus errores. El joven, por su parte, prometió no irse sin permiso y tampoco robar, jugar, visitar prostitutas o casarse. Si el contrato llegaba a romperse, el plazo de su aprendizaje se duplicaría y pasaría a ser de 14 años.

Una década del celibato fue demasiado para muchos jóvenes y los aprendices adquirieron la reputación de frecuentar tabernas, en las que se comportaban de manera libertina y promiscua. Perkyn, el protagonista del cuento de Geoffrey Chaucer The Cook's Tale, es un aprendiz al que lo echan por haber robado a su maestro y se va a vivir con un amigo y una prostituta. En 1517, el gremio Mercers se quejó porque muchos de sus aprendices "eran enormemente desordenados" y gastaban el dinero de sus amos en "rameras y otros derroches".

En algunas partes de Alemania, Suiza y Escandinavia, cierto nivel de contacto sexual entre adolescentes, e incluso veinteañeros, era sancionado. Aunque estas tradiciones sólo se describieron en el siglo XIX, los historiadores creen que se remontan a la Edad Media.

"La niña se queda en casa y un hombre de su edad va y se encuentra con ella", relata Colin Heywood, estudioso de la Universidad de Nottingham. "A él se le permite pasar la noche con ella, incluso puede meterse en la cama con ella, pero a ninguno de ellos se les permitía quitarse la ropa. En realidad no podían hacer mucho más que acariciarse".

Fuera de control

El grabado de Hogarth "Hudibras encuentra el Skimmington"
ilustra la tradición de la "cencerrada"
Hasta cierto punto, los jóvenes vigilaban su propia sexualidad. "Si una chica tenía reputación de ser demasiado fácil, se le dejaba algo desagradable en la puerta de su casa, para que todo el pueblo supiera que tenía una mala reputación", señala Heywood.

Los chicos también expresaban sus opiniones sobre la conducta moral de los mayores, en tradiciones como la "cencerrada", el ruido hecho con ollas, sartenes y trompetas, entre otros, para burlarse de los viudos en la primera noche de sus nuevas bodas. Si desaprobaban de un matrimonio -tal vez porque el marido golpeaba a su esposa o porque había una gran diferencia de edad- la pareja era sometida a la vergüenza pública.

Los jóvenes de Francia, Alemania y Suiza se organizaban en bandas y elegían a un "Rey de la juventud" cada año. "Salían a la luz en épocas como carnaval, en momentos en los que el mundo estaba patas para arriba", afirma Heywood.

Como era de esperar, las cosas se salían de control. El historiador Philippe Aries describe cómo en Aviñón los jóvenes intentaron apoderarse de la ciudad un día de carnaval, diciendo que darían "palizas a judíos y prostitutas si no les pagaban un rescate".

En Londres, los diferentes gremios se dividieron en tribus y participaron en violentas disputas. En 1339, los pescaderos estuvieron envueltos en grandes batallas callejeras con los orfebres. Pero irónicamente, los aprendices con la peor reputación de violencia eran los abogados: esos chicos tenían objetivos independientes y no vivían bajo la vigilancia de sus amos.

En los siglos XV y XVI, los disturbios entre los aprendices de Londres se hicieron más comunes. El objetivo de la mafia eran los extranjeros, incluyendo a los flamencos y lombardos. El 1 de mayo de 1517, una noche de saqueos y violencia conmocionó a la Inglaterra de los Tudor.

Para entonces, el número de aprendices en la ciudad se había incrementado y para los adultos era cada vez más difícil controlarlos, dice Barbara Hanawalt. Como disminuyeron las muertes prematuras por enfermedades infecciosas, los aprendices debían esperar mucho tiempo para independizarse de sus amos. "Había un buen número de jóvenes aprendices que no tenían ninguna esperanza de conseguir trabajo o tener un negocio propio", explica Jeremy Goldberg. "Había muchos chicos desilusionados y privados de sus derechos, predispuestos a desafiar la autoridad".

De ayer y de hoy

¿Cuán distintos eran los jóvenes de hoy y los de la Edad Media? Es difícil emitir un juicio con la información disponible, dice Goldberg.

Pero muchos padres de adolescentes del siglo XXI asentirán con la cabeza al reconocer que los jóvenes del siglo VIII, que eran esbeltos (a pesar de que comían mucho), veloces, atrevidos, irritables y activos.

También podrían derramar una lágrima sobre la rara colección de cartas del siglo XVI, escritas por los miembros de la familia Behaim de Núremberg y documentados por Stephen Ozment: Michael Behaim fue aprendiz de un comerciante en Milán cuando tenía 12 años. En la década de 1520, le escribió a su madre quejándose de que no le estaban enseñando nada del comercio o los mercados y que lo que hacía era barrer el piso. Para los padres, quizás, lo más preocupante fue leer que tenía miedo de contraer la peste.

Otro de los hijos de los Behaim escribió a sus padres desde la escuela en el siglo XVI. Friedrich, de 14 años, se quejaba de la comida, pedía que le enviaran indumentaria para guardar las apariencias frente a sus compañeros y preguntaba quién lavaría su ropa. Su madre envió tres camisas en un saco, con la advertencia de que " todavía pueden estar húmedas, cuélgalas en una ventana por un rato".

Y -como lo hacen las madres de hoy, sobre todo si tienen los hijos lejos- le hizo llegar sus consejos maternales: "Usa el saco en que te envío estas cosas para luego guardar la ropa sucia". 


Dick Whittington, el aprendiz

Fotografía de Louis Sinclair.
• El héroe popular Richard Whittington visitó Londres como aprendiz de un comerciante textil y se graduó en la década de 1370.

• Provenía de una familia rica y no hay pruebas de que le gustaban los gatos (el gato de la imagen era originalmente una calavera).

• Llegó a ser muy rico y fue nombrado alcalde de Londres en cuatro ocasiones.


Imagen cortesía de la Mercer's Company.




Golpeado hasta la sumisión

Algunas de las ideas sobre cómo deberían ser entrenados niños y jóvenes provienen del siglo XIV. En un tratado del cazador francés Gaston, Conde de Foix, a un señor se le aconseja elegir como sirviente a un niño de 7 u 8 años, que sea físicamente activo y perspicaz. "Ese chico debe golpeado hasta que sienta suficiente temor para llevar a cabo las órdenes de su amo".

Fuente: "Los niños medievales", de Nicholas Orme.


Maestros y aprendices

• Los aprendices a veces eran maltratados por sus amos.

• Entre los casos registrados por gremios en Francia, hay un niño que fue golpeado con un juego de llaves por un orfebre hasta que se le rompió la cabeza. Otra niña fue golpeada tan brutalmente que murió.

• Algunas niñas aprendices fueron violadas o prostituidas, según Barbara Hanawalt.

• Pero el hecho de que los maestros fueran juzgados demuestra que los padres dieron seguimiento a los malos tratos y no abandonaron a sus hijos por completo.


• Los legados de los maestros a sus aprendices muestran que sus relaciones eran a menudo cercanas.



William Kremer

domingo, 30 de marzo de 2014

Arte contemporáneo para entender cinco siglos de historia



La primera edición de la Bienal Internacional de Cartagena de Indias (Biaci) gira en torno a la ciudad y al diálogo con su pasado.

'La última cena', de Terry Berkowitz, en el Museo de
la Inquisición de Cartagena. / 
ANDREA ESLAVA
Una muestra sobre los aparatos utilizados por la Inquisición española para torturar a sus víctimas comparte espacio en el Museo Histórico de Cartagena de Indias con tres largas mesas de madera sobre las que se apoyan cuencos, cubiertos y vasos. Los primeros son utensilios de hierro que recuerdan la monstruosidad del Santo Oficio; los segundos evocan la expulsión de los judíos de España en 1492, cuando los Reyes Católicos firmaron el Edicto de Granada, que daba a los judíos cuatro meses para convertirse al cristianismo o exiliarse. Los aparatos del horror se utilizaban en el siglo XVII y son parte de la colección permanente del Museo de la Inquisición mientras que la instalación -Veil of the Memory/ Prologue: The Last Supper (La última cena), 2014 - es una obra de la artista estadounidense Terry Berkowitz que forma parte de la primera Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Cartagena de Indias (Biaci). Decir que pasear por las calles de la ciudad colombiana es un encuentro con el arte y la historia es, desde hace casi dos meses y hasta el próximo 7 de abril, más cierto que nunca. 

El reto era mayúsculo: crear una bienal de arte contemporáneo en una ciudad sin tradición de arte contemporáneo. Se trataba del principal hueco en la amplia oferta cultural de Cartagena de Indias, escenario - entre otros - del Hay Festival, del Festival de Artes Escénicas del Caribe y del encuentro de cine más antiguo del continente, que este año ha celebrado su edición número 54. Cartagena tiene muestras de casi todas las disciplinas artísticas: música, literatura, cine, teatro. Pero no tiene un museo de arte contemporáneo. 

Por eso, la primera edición de la bienal ha despertado tanta expectación en la ciudad. Por eso y por la variedad y calidad de sus obras. Bajo el mando de Berta Sichel - directora durante casi 10 años del Departamento de Audiovisuales del Museo Reina Sofía de Madrid -, la ciudad ha acogido una “bienal sin tema pero que juega con el concepto presencia-ausencia del pasado. El reto es cómo representar el pasado a través del presente, a través del arte contemporáneo”, explica la comisaria brasileña. 

Fotograma de 'Walking on the Edge', de Bill Viola.
Es una primera edición sin tema pero sí con un hilo conductor: la historia y las tradiciones de una ciudad con casi cinco siglos de antigüedad. La esclavitud, el comercio, la artesanía y la relación entre la colonia y la metrópoli están en el trasfondo de muchas de las obras. “No queríamos que la bienal aterrizara como algo ajeno o hecho desde fuera. Está pensada para que las obras puedan tener un diálogo con la ciudad, para que sea inclusiva”, dice Sichel. 

180 obras de artistas de todos los continentes intentan poner a Cartagena en el mapa artístico. Es un paso más que sigue al estreno de la primera feria internacional de arte contemporáneo de la ciudad - Art Cartagena - que se celebró el pasado mes de enero y en la que participaron 15 galerías nacionales y extranjeras. A pesar de que Sichel defienda que esta es una bienal “sobre todo de arte y no solo de artistas”, es inevitable pararse al ver en la lista de participantes nombres como el de Bill Viola - a quien el Grand Palais de París acaba de dedicar una retrospectiva -, Miguel Ángel Rojas y Trisha Brown. También los de jóvenes artistas como el español Guillermo Mora, con su escultura de pintura sólida Penta Pack (2012). 

Junto a la cuidada selección de Sichel, una parte de la muestra reúne la obra de una treintena de artistas colombianos - algunos con fama internacional y otros locales - que ayuda a dibujar el panorama del arte contemporáneo en el país. Algunos de los artistas fueron elegidos mediante una convocatoria abierta que recibió más de 400 solicitudes. Así, los visitantes han podido conocer - por ejemplo - el trabajo del cartagenero José Olano, que juega con el equilibrio y la inestabilidad en sus esculturas y crea tensión con objetos de la vida cotidiana. 

La humedad y el calor acompañan al visitante en su estancia en Cartagena. Durante casi medio año, aparecen las lluvias. “El clima ha hecho más difícil la organización: no se pueden traer todo tipo de obras [como las de papel] y la bienal tan solo puede celebrarse en una determinada época del año porque el calor es insoportable”, explica Natalia Bonilla, directora de la Fundación que organiza la bienal y que se sustenta de fondos privados. También ha influido en el calendario la proximidad con la 31ª Bienal de Sao Paulo, que se celebrará entre septiembre y diciembre de este año. 

Entre los problemas de logística, el principal ha sido la falta de espacios donde exponer, lo que ha despertado la imaginación de los organizadores a la hora de encontrar lugares en la ciudad. Además de las cuatro sedes principales - magníficos edificios históricos de la ciudad - y de los espacios públicos, las obras se reparten por una decena de espacios, entre ellos el interior de las murallas que rodean el Casco Histórico cartagenero. “Ha sido un auténtico reto pero también una oportunidad de acercar la muestra a los habitantes de la ciudad”, cuenta Bonilla.

“Ojo pelao: piérdele el miedo al arte”

El grupo de escolares que recorren el Museo Naval se detiene frente a Drive-By, el vídeo del artista estadounidense Nick Cave en el que sus coloridos soundsuits o trajes sonoros se mueven al ritmo de la música. Es una de las obras que más llama la atención de los estudiantes. Como ellos, casi 2.000 jóvenes de colegios públicos y privados han visitado la bienal con sus escuelas. Muchos llevan una carpeta de la organización con el título “Ojo pelao: piérdele el miedo al arte”, que pretende acercar la muestra a los más jóvenes. 

“La gente empieza a apreciar el arte contemporáneo después de ver. Estamos dando una oportunidad de dominar el lenguaje. Al igual que se aprenden idiomas, se aprende el lenguaje del arte contemporáneo”, cuenta Berta Sichel. 

Además de la relación con la ciudad, la formación ha sido uno de los puntos en los que esta edición de la bienal ha querido poner mayor énfasis. “La parte buena de un público que no tiene mucha información previa sobre arte contemporáneo es que están más abiertos a la experiencia. Hay obras muy relacionadas con la vida diaria y la historia de Cartagena. Es una manera de enseñarles que también se puede hablar de nuestra historia, pero de otra manera”, dice Rafael Ortiz, el artista colombiano encargado de esta área. 

Cartagena de Indias sigue sin tener un museo especializado, pero comienza a construir su propia tradición de arte contemporáneo. 



Colombia y el arte más allá del conflicto

El arte contemporáneo colombiano vive un momento de vino y rosas. Además de la primera edición de la bienal y de la feria de Cartagena, se celebran ferias en Medellín y Cali y otras cuatro en Bogotá: ArtBo (la de mayor repercusión internacional), Odeón, La Otra y la Feria del Millón (donde el precio de las obras no supera el millón de pesos colombianos, unos 500 dólares). Además, el país será el invitado en la edición de 2015 de ARCO, la feria de arte contemporáneo de Madrid.

Entre la temática de la treintena de artistas que forman la parte colombiana de la bienal no destaca el conflicto armado que durante años sufre el país. “Esta no es una exposición sobre arte político colombiano. Yo no vivo aquí y me parecería una intromisión. Hay obras cargadas de sentido histórico, político y social, pero no hay panfletos”, explica Berta Sichel.

Miguel González es uno de los tres comisarios de El ocioso imperfecto o cuando las cosas desaparecen junto a Gabriela Rangel y Stephanie Rosenthal, la parte colombiana de la bienal. En la conversación con expertos bajo el título Colombia Emergente, González defendía que “Colombia es un país con una gran riqueza argumental: está lleno de conflictos más allá del conflicto armado, de etnias, de diferencias que lo hacen privilegiado en la temática del arte”.

En la mesa también intervinieron José Antonio Roca, comisario de arte latinoamericano y director del espacio bogotano Flora ars+natura, el periodista y crítico de arte Jason Edward Kaufman y Jaime Cerón del Ministerio de Cultura de Colombia. Los participantes analizaron los factores que han ayudado a aupar el arte contemporáneo colombiano en los últimos años.

Entre los motivos que se señalaron destaca la proliferación de galerías y escuelas de arte en el país y también la aparición de publicaciones especializadas. Pero, sobre todo, el creciente mercado interno en el mundo del arte. “Siempre ha habido mucha producción, poca mediación y un mercado casi inexistente. En los últimos años han crecido los intermediarios pero el nuevo jugador es el mercado, con el surgimiento de nuevos coleccionistas”, explicó José Antonio Roca. “Hay grandes colecciones en Colombia que son desconocidas, tal vez por cuestiones de seguridad. Sería interesante que se abrieran porque puede animar a otros a seguir los mismos pasos”, añadió Kaufman.

En un momento de expansión como este, surge la inevitable pregunta. ¿Qué parte de las obras están determinadas por el mercado? “El peligro de que el mercado esté creciendo es que la producción acabe regida por este, pero creo que es algo que no va a pasar por un tiempo en Colombia, porque aún no es tan fuerte como en otros países”, opinó Roca.

Durante la presentación de la bienal, Berta Sichel fue rotunda en este aspecto: “Hay artistas conocidos mundialmente pero también los hay que ni siquiera tienen galería. No podía dejar que el mercado decidiera”.


Mari Luz Peinado

miércoles, 26 de marzo de 2014

Ni el Gobierno ni la Unesco financiarían Villa Ocampo



Patrimonio

La decisión de Cristina Kirchner de dar marcha atrás con un convenio fue celebrada por personas ligadas al centro cultural.

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La noticia de que Cristina Kirchner ordenó dar marcha atrás con un convenio con la Unesco para que el Gobierno se hiciera cargo de Villa Ocampo fue celebrada por personalidades de la cultura que habían advertido que la cesión vulneraba el deseo expresado por Victoria Ocampo de preservar la propiedad de los "vaivenes políticos".
La Presidenta tomó esa determinación, según indicó en un comunicado el secretario de la Presidencia, Oscar Parrilli, molesta por un artículo del viernes pasado publicado en La Nación, en el que distintos intelectuales cuestionaban que el convenio contradecía los términos de la donación a la Unesco realizada en 1973.
En el comunicado publicado anteanoche en la página web de la Casa Rosada, Parrilli calificó de "malintencionada" la nota de La Nación e informó que la Presidenta había instruido al secretario de Cultura, Jorge Coscia, para dejar sin efecto el convenio que proponía la creación en Villa Ocampo del Centro Internacional sobre Políticas de Diversidad Cultural, Desarrollo y Creatividad.
"Casi al final de la nota -sostiene Parrilli en su comunicado- se relata que en 2003 se emprendió la restauración de Villa Ocampo, financiada por la Unesco y el Gobierno". Según el funcionario, no se aclaraba si se trataba del "gobierno nacional, provincial o municipal". El funcionario apoyó su crítica en ese detalle para argumentar que "La Nación oculta y con mala intención silencia que desde 2003 y hasta el año 2006, durante la presidencia de Néstor Kirchner, se realizó la obra de restauración de Villa Ocampo, financiada totalmente por el gobierno nacional".
Fabio Grementieri, especialista en patrimonio y quien, junto con otras personalidades vinculadas a la historia de Villa Ocampo, había expresado su preocupación por la decisión de la Unesco, celebró el anuncio del Gobierno. "Me parece bien lo que dijo la Presidenta de respetar la voluntad de Victoria Ocampo, es algo inteligente", sostuvo. Y agregó: "La Unesco no se puede abrir así como así después de 40 años de gestión porque atraviesa una fase de «reingeniería financiera»".
A su vez, afirmó que "los fondos con que se financia la Villa se pueden reunir con la colaboración de fondos privados y públicos" y sostuvo que "incluso el Gobierno podría participar", aunque no como administrador ni gestor, sino como "huésped", o un miembro más de una junta directiva plural. Además, subrayó que "el Gobierno de hecho ya llevó adelante, junto con la Unesco, una restauración que fue ejemplar" y "cumplió con su compromiso tras haber declarado a Villa Ocampo Monumento Histórico Nacional".
Sonia Sheber, vicepresidenta de la Asociación de Amigos de Villa Ocampo, opinó que actualmente las actividades de la Villa se sostienen con aportes de alrededor de 100 socios y de donantes privados y públicos, y que la administración futura "se podría llevar adelante como ya lo hacemos con estos proyectos". "No sabemos cómo se va a resolver el financiamiento anual, pero esperamos que quien venga respete las normas de preservación y patrimonio", aseguró.
Sonia Berjman, restauradora ad honórem del jardín de Villa Ocampo desde hace más de diez años, agregó: "Con esta novedad nos pondremos a trabajar en esta nueva etapa, esperando que la Unesco respete también su voluntad y nos respalde en este trabajo que venimos haciendo desde hace más de 10 años".
En tanto, Silvana Mazzalan, coordinadora del Proyecto Villa Ocampo/Unesco, aseguró que, tras el anuncio de Parrilli, no recibieron ninguna comunicación oficial por parte del organismo con sede en París. "Las actividades en la Villa siguen, se desarrollan normalmente y la asignación de recursos por parte de la Unesco sigue siendo habitual como todos los años", dijo.
El 7 de marzo pasado la Unesco firmó un convenio con el Gobierno para cederle la administración de Villa Ocampo. En ese documento la Unesco señaló que "se concederá al Gobierno de la Argentina un contrato de préstamo de uso (comodato)", sobre la base de la necesidad de utilizar Villa Ocampo de forma más estratégica y con una mejor relación costo-eficacia. La realidad es que la Unesco transita por un momento financiero delicado y, por eso, decidió ofrecerle al Gobierno que afrontara los aproximadamente 500.000 dólares de costos anuales de mantenimiento de la propiedad y el centro cultural.
En el comunicado, Parrilli instó con un tono que destila ironía a que "las autoridades de La Nación y todas las personalidades que se sienten depositarias del legado de Victoria Ocampo no dejen en el abandono y la desidia la Villa Ocampo y sepan proteger y cuidar también los importantes fondos que todos los argentinos aportaron a la preservación de la memoria de todos los argentinos, sin importar la matriz ideológica o política".
 Cronología de un convenio 
El 7 de marzo pasado la Unesco firmó un convenio con la secretaría de Cultura de la Nación para cederle la administración de la finca histórica.
La Unesco recibió la propiedad de Victoria Ocampo en 1973 tras una donación en la que la propietaria había expresado que deseaba preservar el lugar de los "vaivenes políticos". La Unesco, tras casi 40 años, decidió entregarla en comodato por problemas financieros. 

María Pagano

martes, 25 de marzo de 2014

Shigeru Ban » el "arquitecto • activista"



El premio Pritzker, el galardón más prestigioso de la disciplina a nivel internacional, reconoce los logros estéticos pero también las obsesiones sociales del creador japonés.

El proyecto estrella de Shigeru Ban es la segunda
sede del Centro Pompidou, en la ciudad francesa
de Metz, inaugurada en 2010. / 
HUFTON + CROW
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Cuando Shigeru Ban (Tokio, 1957) comenzó a trabajar, hace más de 20 años, nadie hablaba de sostenibilidad. Ni siquiera él,que continúa sin hacerlo aunque el jurado que le ha concedido el premio Pritzker 2014 considere en el fallo que “en su arquitectura la sostenibilidad no es un concepto sino un hecho, algo intrínseco”.

Lo es desde que, con poco más de 30 años, Ban se enteró de que tres millones de refugiados vivían en Ruanda a la intemperie y se presentó en las oficinas de la ONU en Ginebra para ofrecer un invento: una estructura de tubos que evitaría la deforestación de los bosques ruandeses. La ONU los estaba talando para construir cabañas y lo escuchó. Desde entonces Ban se ha volcado en hacer una arquitectura que conjuga la máxima eficacia con los mínimos materiales.

Su obsesión con reciclar lo existente y con trabajar con lo disponible en cada lugar le llevó a reutilizar cajas de cerveza como cimientos, en las viviendas de emergencia levantadas tras el terremoto de Kobe de 1995, y a convertir contenedores de transporte en las salas de exposición de su Museo Nómada, que viajó por el mundo de 2005 a 2007. El Pritzker 2014 le reconoce ese papel pionero que, sin embargo, no es el único que lo define.

Inventivo y comprometido, Shigeru Ban es un referente de la arquitectura humanitaria. Su historial de intervenciones tras terremotos (Kobe, 1995; Turquía, 2000; Bhuj, India, 2001; Puerto Príncipe, 2010 o Onagawa, 2011) levantando refugios se suma a los edificios de papel y cartón capaces de rehacerse pieza a pieza. Es el caso de la Iglesia de Papel de Kobe, reconstruida en Taiwán una década después. El año pasado concluyó una catedral de cartón en Christchurch, Nueva Zelanda y, con mismo material, la Sala de conciertos de L’Aquila, después del seísmo que sufrió la localidad italiana. En Fukushima se preocupó de que las víctimas del tsunami, que llevaban meses conviviendo en una gran nave, pudieran tener tabiques de tela para recuperar cierta intimidad.

A pesar de que, en la última década, su reputación le ha ganado grandes encargos, como el Centro Pompidou de Metz, Ban sigue dedicando la mitad de su tiempo a un trabajo que no cobra pero que le exige ingenio e innovación constantes: la emergencia. Esa indagación contagia toda su obra. El Pompidou de Metz, por ejemplo, investiga el espacio intermedio, el que, sin ser dentro ni fuera, hace que quienes acaban de vivir un terremoto se sientan protegidos sin temer que esa protección los aplaste cuando lleguen las réplicas. Así, Ban pone la misma perseverancia en realizar arquitecturas de primeros auxilios que en enseñar a hacerlas a voluntarios y estudiantes. Ese descenso hasta las necesidades reales apunta hacia una arquitectura en los antípodas del espectáculo, más interesada en solucionar que en impresionar, que excede el diseño para cambiar radicalmente las prioridades de esta disciplina.

Construcción de la escuela de Hualin (China)
con estructuras de cartón. 2008
Con más de 1.300 millones de personas sin casa en el mundo es evidente que el de la emergencia es el territorio arquitectónico con más futuro. Otro asunto es cómo conectar la urgencia de refugiar a tanta población con el negocio de la construcción. Y cómo hacer que los arquitectos puedan ganarse la vida apagando el fuego de esa urgencia. Por eso, la elección de Shigeru Ban como premio Pritzker es, además de justa, responsable. Y optimista: refuerza la idea de que la arquitectura también puede ser un asunto alejado de las modas, dependiente de la investigación y pegado a la necesidad.

En los últimos cinco años, el premio Pritzker de arquitectura ha recaído en cuatro proyectistas asiáticos. Dos de ellos, el chino Wang Shu —que se hizo con el de 2012 gracias a los edificios que levanta con restos de arquitecturas destrozadas en su país— y el propio Ban indican un verdadero cambio de paradigma. Anuncian que su disciplina no puede permanecer ajena ni a la devastación medioambiental del planeta ni a las necesidades de tantas personas ni a las consecuencias culturales de la destrucción de las ciudades. “Me tomo el premio como una advertencia conmigo mismo: debo tener cuidado de seguir escuchando a la gente”, ha declarado Shigeru Ban tras conocer el fallo del jurado.

Lleva toda la vida haciéndolo. Su investigación sobre la capacidad estructural de materiales pobres está presente en las viviendas que lleva décadas diseñando. Más allá de los campos de refugiados, la Furniture House, que levantó en Yamanashi en 1995, convirtió las estanterías en la estructura que soportaba la casa. También la Naked House, construida en 2000 en Saitama, supuso una revolución: las habitaciones, sobre ruedas, podían cambiarse de lugar.

Hace un año, Ban construyó, en el jardín del Instituto Empresa de Madrid y ayudado por estudiantes, un pabellón con estructura de tubos de cartón. Por entonces contó a EL PAÍS cómo se esforzó por aprender inglés para estudiar en la Cooper Union de Nueva York. Y cómo, una vez allí, su profesor Peter Eisenman se metía con él porque no entendía su inglés: “Yo creo que no le interesaban los alumnos que no estuvieran dispuestos a convertirse en un espejo de su manera de entender la arquitectura”, declaró. Shigeru Ban ha querido ser espejo de otro tipo de edificios. Su ejemplo es arquitectónico, pero trasciende a la propia disciplina ampliando el papel del proyectista como alguien que necesita dialogar con los gobiernos y las instituciones para obtener cambios reales.

Es importante que un premio como el Pritzker participe del viaje que está transformando la arquitectura a nivel mundial. Desde las escuelas en las que se forman futuros profesionales, hasta la periferia del mundo donde se puede mejorar la vida de tantas personas, los valores sociales están construyendo una nueva cultura arquitectónica.

En este galardón, que comenzó premiando hace 35 años a una figura que confiaba más en los juegos de poder que en el diseño —Philip Johnson—, que ha reconocido el talento plástico de creadores como Luis Barragán y Oscar Niemeyer y que ha tenido el valor de aplaudir, contra el mercado, la obra de Wang Shu, la elección del jurado es la que decide la naturaleza de los premios. Y los responsables actuales —del finlandés Juhani Pallasmaa al australiano Glenn Murcutt pasando por la alemana Kristin Feireiss— acumulan un historial de defensa de una construcción más comprometida con las personas que con el beneficio económico. La arquitectura lleva siglos asociada al poder que la ha hecho posible, por eso el camino que están empezando no será cómodo, pero promete ser fascinante y sobre todo, estará cargado de sentido. 


Anatxu Zabalbeascoa

Cortázar y la creación argentina en el Salón del Libro de París



En esta edición se presenta una 'Antología de letras argentinas en Francia/Letras francesas en Argentina'

Una visitante del Salón del Libro de París 2014MARTIN BUREAU (AFP)
El Salón del Libro de París se ubica en el suroeste de la ciudad y en el suroeste del mundo, visto desde una perspectiva eurocéntrica. La cita ha abierto esta tarde sus puertas al público en el Parque de Exposiciones de París de la Puerta de Versalles, para propiciar el encuentro entre escritores y público y vigorizar su ya de por sí potente industria cultural.
Si el apóstrofe es esa figura que consiste en "dirigir la palabra con vehemencia en segunda persona a una o varias, presentes o ausentes, vivas o muertas", según el Diccionario de la Real Academia, el salón adopta esa figura este año al convocar a los autores de Argentina, país invitado, y al finado Julio Cortázar, escritor bruselense de nacimiento y afrancesado por ventura/vocación de cuyo nacimiento se celebra el centésimo aniversario.
El Salón de París, que ya tuvo en 2011 y en 2012 como invitada a la ciudad de Buenos Aires, presenta este año, entre otras novedades y actividades de homenaje a Cortázar, sus Pages inespérées (Papeles inesperados), recién publicadas por Gallimard en una versión editada por Aurora Bernárdez y Carles Álvarez Garriga y traducida por Sylvie Protin. El sábado, Silvia Baron Supervielle intentará descifrar la "afinidad por elección" entre París y Cortázar, y el pabellón argentino honrará este domingo al autor de Rayuela, al que dedica una gran exposición.
Cortázar, francés de adopción, se sabía argentino por transmisión filial y oral. Pero, puestos a precisar, y para evitar cualquier tentativa de apropiación, es bueno recordar que en 1974, cuando el periodista Bernard Pivot le inquirió por sus orígenes en la televisión francesa, el escritor se definió no tanto como argentino sino como "un latinoamericano", mientras explicaba que había donado el prestigioso Premio Médicis "a la resistencia chilena" contra la dictadura militar.
Julio Cortazar, mirando libros en un mercadillo
en París. / 
GETTY
Se ha hablado ya de los desencuentros producidos por las presencias/ausencias de escritores argentinos en el Salón. De las manifestaciones de autores como Martín Caparrós, de las declaraciones del director, Bertrand Morisset, y de la encendida respuesta de Ricardo Piglia. Pero no se espera que llegue la sangre al río, metafóricamente hablando, como ocurrió en 2012, cuando una embarazosa y ruidosa manifestación contra Silvio Berlusconi en la feria puso de los nervios a las autoridades de Italia, que era entonces el país invitado.
En esta edición, las ocasiones de descubrir la riqueza literaria y de pensamiento del Cono Sur son múltiples para los asistentes. Para celebrar el flujo en ambos sentidos que opera entre el país anfitrión y el invitado, se presenta una Antología de letras argentinas en Francia/Letras francesas en Argentina. En la jornada inaugural se celebró un encuentro sobre la manera de tratar la dictadura argentina en literatura al que estaban invitados Martín Kohan, Leopoldo Brizuela, Tununa Mercado y Laura Alcoba.
El sábado se debatirá sobra la importancia de las ayudas a la traducción en el marco del programa SUR del Gobierno argentino. Ese día está previsto que Joaquín Lavado, Quino, padre de Mafalda, participe en un encuentro a mediodía con motivo del quincuagésimo aniversario de la creación del personaje y al hilo de la edición de de sus obras completas en Glénat. Otra mesa redonda abordará la cuestión de ¿Por qué, en Francia como en Argentina, la ciudad inspira a tantos escritores? Y la obra de escritora Victoria Ocampo (1890-1979), inspiradora del enamoramiento franco-argentino, será objeto de un debate bajo el título Je me souviens….
En cualquier caso, el eco que han tenido en Francia las divergencias de criterio y las acusaciones de injerencias en el caso argentino son una señal del interés que despierta el salón como escaparate y termómetro sociocultural en un país que protege a la industria del libro, siente una auténtica veneración hacia los escritores y convierte en un acontecimiento nacional la rentrée litteraire de septiembre. Y que este semana, precisamente, celebra la semana de la lengua francesa y la francofonía.
En la programación de este año figuran, además de todo lo que rodea a Argentina, y las novedades de primavera de las editoriales, una selección de autores chinos bajo el epígrafe de Shanghai, ciudad invitada, un stand dedicado a la otra gran efeméride del año, la de la Gran Guerra, y apartados dedicados a la literatura escrita por mujeres y a la novela gráfica. Igualmente, el ensayo —forma de creación privilegiada en Francia, para solaz de sus adeptos— y la ficción con fuerte anclaje en la actualidad estarán presentes en debates sobre la discriminación racial, el feminismo y la contestación social, con presencia de representantes de Delcourt, Grasset, Fayard, Gallimard, Albin Michel, CNRS Éditions, Robert Laffont, Seuil, y Presses de Sciences Po, entre otros sellos editoriales.
En lo que respecta a la era digital, no se puede decir que el Salon del Libro no muestre apertura de miras: meses después de la polémica que enfrentó a los editores y libreros contra Amazon por la política fiscal de los libros y su distribución comercial, la multinacional estadounidense presenta su taller de autoedición Kindle Direct Publishing, y la empresa francesa Createspace hace lo propio, animando a los autores a circunvalar a los editores tradicionales.



domingo, 23 de marzo de 2014

El reino de los fantasmas y el deslumbramiento



Mito y realidad se cruzan en las páginas del libro que Eco dedica a las tierras novelescas o legendarias de todos los tiempos.


Nadie planea su niñez; simplemente la vive. Pero muchos ancianos, no todos, pueden dar un orden a sus altos años y despedirse de la vida recorriendo, memoria mediante, la comarca de la infancia, poblada de descubrimientos, maravillas, terror y hermosura. Es lo que ha hecho Umberto Eco desde comienzos de la década de 2000. En sus libros Historia de la belleza, Historia de la fealdad y El vértigo de las listas, enlazó la erudición y las imágenes más bellas y sorprendentes del arte de todos los tiempos. Cada reflexión, cada teoría estética, cada relato real o de ficción iba acompañado por una serie de ilustraciones, que terminaban por producir en los adultos un efecto de encantamiento semejante a los cuentos acompañados de dibujos destinados a los chicos. A ese trío de obras, Eco acaba de agregar Historia de las tierras y los lugares legendarios (Lumen). Desde la primera página entramos en el reino de la fantasía y el deslumbramiento, donde se cruzan el mito, la realidad y las especulaciones a menudo descabelladas. Eco se ocupa en este nuevo libro de "las tierras y los lugares que, ahora o en el pasado, han creado quimeras, utopías e ilusiones, porque mucha gente ha creído realmente que existen o han existido en alguna parte". A veces, esas regiones desaparecidas pueden haber existido, como la Atlántida. También están aquellas de las que sólo habla la Biblia; o las que surgen de un documento falso, al que alguna autoridad dio crédito. Y también están los sitios y las construcciones reales sobre las que se inventaron delirios y complots. Imposible enumerar todos los ejemplos que da el escritor italiano. Baste mencionar los más destacados.
En la Antigüedad y en la Edad Media, cuenta Eco, hubo quienes creyeron que la Tierra era plana, como algunos filósofos presocráticos (Tales y Anaxímenes), pero fueron numerosos los que sostuvieron su esfericidad (Parménides, Ptolomeo, Platón, Aristóteles, Alberto Magno, Tomás de Aquino). Esta última hipótesis planteaba una dificultad teñida de humor: en las antípodas debían de vivir seres humanos, ¿pero caminarían cabeza abajo? En La Divina Comedia, Dante entra en el embudo del Infierno, sale por el lado opuesto y llega a ver estrellas desconocidas al pie de la montaña del Purgatorio; por lo tanto, pensaba que la Tierra era redonda. Por cierto, creía en las Antípodas, porque llegado a ellas, no se había precipitado en el vacío; por el contrario, se había elevado al Paraíso.
Los mapas medievales sobre los que tanto se ha discutido respondían en gran medida a la demanda de lo fabuloso más que a una ambición cartográfica. Eco menciona, por caso, el mapa de Las crónicas de Nuremberg, de 1493, donde se ve una representación aceptable del mundo conocido, pero la imagen incluye los dibujos de monstruos que, se suponía, habitaban esos lugares. Razón y fantasía unidos.
En los textos bíblicos hay una geografía reconocible, existente, pero también hay tierras de leyenda. La historia de las tribus dispersas de Israel abunda en esas comarcas imaginarias. Por ejemplo, de acuerdo con una tradición, las tribus no habrían podido regresar a Israel porque el Señor cercó el camino con un río legendario, el peligroso Sambatión: sus aguas podían entrar en ebullición, grandes rocas surgían del fondo y caían sobre los que intentaban vadearlo.
Para Richard Brothers, un falso profeta del siglo XVIII, internado durante muchos años en un hospital psiquiátrico (decía ser sobrino de Dios), las tribus dispersas habían llegado a las islas británicas, por lo tanto, todos los británicos eran judíos. Algunos de los epígonos de Brothers llegaron a afirmar que la dinastía real descendía de la estirpe de David.
Una de las leyendas de mayores consecuencias fue la del reino del Preste Juan. A mediados del siglo XII, circuló la que se llamó Carta del Preste Juan, dirigida a Manuel Commeno, emperador de Bizancio. Esa carta también fue leída por Alejandro II y por Federico Barbarroja. La misiva contaba que en el lejano Oriente, más allá de las tierras por las que habían combatido los cruzados, más allá de las comarcas dominadas por los musulmanes, había un reino cristiano, regido por el Preste Juan; sobre esa base fantástica, se llegó a pensar en la reunificación de la Iglesia de Occidente y la de Oriente. El reino desconocido incitaba a la expansión de los cristianos del Oeste para que se reunieran con los fieles aislados más allá de las fronteras trazadas por quienes no creían en Jesús. La ubicación incierta de aquel imperio a cuya cabeza estaba un hombre de fe cambió a lo largo del tiempo. A mediados del siglo XIV, el Preste Juan y sus dominios estaban en África; lo que naturalmente llevó a la exploración de ese continente: se suponía que las posesiones de Juan eran muy ricas, tan ricas como serían las de El Dorado, en el Nuevo Mundo del siglo XV.
En la célebre carta, se describía una geografía rica en piedras preciosas y toda clase de maravillas. El reino del Preste Juan no conocía la envidia ni el odio. Dios hacía llover dos veces por semana durante todo el año. No era necesario arar ni sembrar para cosechar frutos estupendos. Cada doce meses, los súbditos entregaban a su monarca cincuenta elefantes y cincuenta hipopótamos cargados de oro. Los hombres que vivían en esas condiciones alcanzaban los quinientos años de edad. Cada cien años rejuvenecían cuando tomaban tres veces de una fuente que los devolvía a los años mozos.
El Preste Juan también aparece en los relatos de Marco Polo, a pesar de que éste nunca dijo haber entrado en aquel reino. El gran viajero italiano se debatía entre la realidad de lo que veía, y acerca de lo cual dejó registro, y las tradiciones legendarias que le llegaban sobre regiones, historias y seres fantásticos. Marco Polo buscó unicornios, al igual que muchos hombres de su época, y encontró rinocerontes, como comenta Eco. A los rinocerontes, los interpretó como unicornios, a pesar de las representaciones disímiles de los dos animales; pero ambos, el unicornio grácil e imaginado y el pesado rinoceronte, tenían un solo cuerno: detalle esencial.
¿Dónde estuvo el Paraíso? El jardín primero, patria de la humanidad, se encontraba, de acuerdo con la tradición bíblica, en el Extremo Oriente tal como se lo conocía en la Edad Media. Giovanni de' Marignolli lo sitúa a cuarenta millas de la isla de Ceilán. Pero también había relatos que lo ubicaban en el norte de Occidente. En su viaje de descubrimiento, Cristóbal Colon no sólo iba en pos de intereses económicos y políticos, también creía que podría dar con el Paraíso terrenal. La idea de que el jardín bíblico estaba en el Nuevo Mundo la retomó León Pinelo en 1556. Éste sostenía que los cuatros ríos que brotan del Paraíso terrenal no eran los mencionados por la Biblia, sino el Río de la Plata, el Amazonas, el Orinoco y el Magdalena.
La Atlántida, el continente perdido, es quizá la tierra que suscitó más fantasías, investigaciones y viajes. Platón en el Timeo se refiere a una isla más grande que Libia y Asia juntas: se trataba de un imperio poderoso que quiso dominar el mundo, en particular a Grecia; pero Solón, el ateniense, venció a los ambiciosos ejércitos enemigos. Tras la derrota, la isla-continente se hundió en el mar en medio de un terremoto. La leyenda de esa tierra fabulosa se prolongó con mayor o menor fuerza hasta el Renacimiento y, una vez descubierta América, se pensó que el Nuevo Mundo no era sino la mítica Atlántida. Francisco López de Gómara en Historia general de las Indias conjeturó que los aztecas eran descendientes de los antiguos habitantes de la isla fantasma.
Hubo quienes creyeron que la Atlántida era Palestina y fueron numerosos los historiadores que pretendieron, con un criterio nacionalista, haber encontrado aquella tierra misteriosa en la propia patria. Angelo Mazzoldi, en el siglo XIX, situaba la Atlántida en Italia; William Blake, en Inglaterra. El estadounidense Ignatius Donnelly afirmó, en Atlantis: el mundo antediluviano, que la isla mencionada por Platón estaba en el océano Índico, frente a la desembocadura del Mediterráneo. Esa tierra, sostenía, fue el origen de todas las civilizaciones. Sus teorías tuvieron eco en otros autores, cada uno de los cuales propuso una ubicación distinta para la comarca inasible. Se llegó a creer que los bereberes de los montes del Atlas, de piel blanca, ojos azules y cabellos rubios eran los sobrevivientes de la Atlántida.
Las historias acerca de las comarcas legendarias cobraron un interés político funesto desde mediados del siglo XIX hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. Para combatir la decadencia de Occidente, un tema de época, se empezó a hablar del Hombre Nuevo, el superhombre que debería regenerar la humanidad desfalleciente con una vuelta a los orígenes, a los poderosos ancestros que habitaban regiones animadas por una secreta energía y sabiduría. La geografía imaginaria, pero asentada en la realidad, fue la fuente en la que abrevó el mito de la superioridad del hombre ario, una leyenda que culminó en el nazismo. Una de esas tierras fantásticas del pasado fue Thule, mencionada en la Antigüedad por Eratóstenes, Plinio y Virgilio. El mito de Thule se fusionó con el de los hiperbóreos, un pueblo que había vivido muy al norte de Grecia. Hiperbórea, al principio, no era la cuna de la raza superior, pero sí la tierra de la lengua y la raza primitivas. De la idea de raza primitiva, se derivó la de la raza superior, la que estuvo más cerca del origen divino. La mezcla de la sangre suprema con la de los pueblos inferiores no había causado sino degeneración. Los arios puros eran los únicos hombres que habrían mantenido incorrupto el vínculo con la divinidad.
¿De dónde habían surgido los arios? Algunos los consideraban originarios del norte de Alemania y Escandinavia; otros decían que provenían de Ucrania. También se los ubicaba en la India. Las investigaciones según las cuales la lengua primitiva había sido el sánscrito abonaban esa última teoría. El ocultismo influyó en la difusión del mito ario. La inefable madame Blavatsky, especie de Eolo que lanzaba a los cuatro vientos las conjeturas más disparatadas y contradictorias, sostenía que una raza perfecta había emigrado del norte del Himalaya a Egipto; además afirmaba que Hiperbórea había sido un continente polar que iba desde la actual Groenlandia hasta Kamchatka, donde habitaban gigantes andróginos. En poco tiempo, llegó a considerarse a las runas nórdicas no como un sistema de escritura, sino como símbolos mágicos de los que se obtenían poderes ocultos y la circulación de una energía sutil que podía determinar el futuro de la humanidad. Durante la Segunda Guerra Mundial, Hitler le habría ordenado al general Wolf que secuestrara a Pío XII y que se apoderara de ciertas runas de la Biblioteca Vaticana que contenían secretos esotéricos decisivos para orientar la historia.
La búsqueda del Santo Grial dio origen a numerosos itinerarios por Asia y Europa en los que se mezclaban lo sagrado y las aventuras. Una de las últimas veres acerca de los enigmas que rodean la reliquia es relativamente reciente y se convirtió en una estupenda fuente de ingresos para autores, editoriales, cineastas y agencias de turismo.
A fines del siglo XIX y principios del XX, François Berenguer Saunière, párroco de Rennes-le-Château (cerca de Carcasona) restauró la iglesia local, construyó la Villa Bethania en la que vivió, y la torre Magdala, que evocaba la torre de David en Jerusalén. Esas construcciones requirieron mucho dinero, que Saunière no tenía, por lo que se conjeturó que durante los trabajos había encontrado un tesoro. En verdad, el sacerdote había conseguido esas sumas publicando avisos en los diarios en los que ofrecía celebrar misas por los difuntos, a cambio de dinero. Recibió miles de encargos, pero no celebró ninguna misa; se consagró a sus edificios, por lo que se le hizo un juicio: no había cumplido con el más allá. Saunière terminó sus días en la pobreza y legó lo que había levantado a su ama de llaves, Marie Dénarnaud. Mucho tiempo después, apareció en la región un personaje peculiar, Pierre Plantard, un hombre de derecha, antisemita, que colaboró con el régimen de Vichy.
En 1956, Plantard presentó su Priorato de Sión y registró oficialmente la asociación en la subprefectura de Saint-Julien-en-Genevois. Plantard decía que su cofradía era milenaria. Basaba sus afirmaciones en documentos que, presuntamente, Saunière habría encontrado durante la restauración de la iglesia. Además, Plantard se ufanaba de ser un descendiente de los reyes merovingios, de Dagoberto II; más aún, llegó a sostener que, en realidad, sus antepasados habían sido Jesucristo y su mujer, María Magdalena. Las afirmaciones de Plantard encontraron un respaldo inesperado. Un periodista vinculado con los surrealistas, Gérard de Sède, publicó el libro L'Or de Rennes que apoyaba la autenticidad del Priorato de Sión con otros documentos. Más tarde, se comprobó que esos documentos habían sido dibujados por un humorista de la radio francesa, Philippe de Cherisey, con lo cual, se comprobó la falsedad de la historia. Sin embargo, De Sède continuó con sus fantasías y se valió de interpretaciones de cuadros de Guercino y de Poussin para afirmar que la tumba de Jesucristo se hallaba en Rennes-le-Château. Por último, Plantard admitió en un juicio a Roger-Patrice Pelat, amigo de François Mitterrand y supuesto gran maestro del Priorato de Sión, que había inventado toda la historia sobre ese priorato.
El mayor beneficiario de semejantes dislates fue el novelista Dan Brown, que se inspiró en De Sède para escribir El código Da Vinci: había nacido una industria.
Según detalla Umberto Eco, el libro de Brown está plagado de errores, además de incluir numerosas conjeturas cuya carácter apócrifo está probado; sin embargo, contra toda evidencia, los lectores de El código Da Vinci han dado origen a una tendencia turística. Hay numerosos tours consagrados a recorrer el itinerario trazado por Dan Brown.
Eco termina el capítulo sobre Rennes-le-Château con una cita admirable de Chesterton, que explica por qué las leyendas milenarias ejercen sobre todo hoy un poder de sugestión imbatible: "Cuando los hombres ya no creen en Dios, no es que no crean en nada; creen en todo". Nada más preciso.